1 Presentación Pablo Cervera Barranco Cuando la enfermedad, el sufrimiento, la extrema ancianidad y la muerte acaban de afectar a nuestros seres queridos, estamos destruidos, desamparados, desgarrados hasta lo más profundo de nuestro ser. La prueba más temible de la vida nos conmueve hasta lo íntimo y cambia en profundidad nuestra relación con los demás, con la vida y con Dios. En estos momentos, no tenemos a veces las palabras para expresar nuestro dolor, nuestro sufrimiento, nuestra incomprensión, e incluso nuestra rebelión. Una herida se abre, que parece incurable, un vacío interior nos embarga, el cansancio de las vigilias y la preocupación resurge, sumergiéndolo todo. En la noche de la duda, a veces de desesperación, buscamos un rayo de luz, una palabra que sea un apaciguamiento, una consolación, una fuente de esperanza, ya que la muerte corporal no es solo una cuestión biológica, como nuestro mundo quiere ver a veces. Es una experiencia espiritual para quien la cruza y para quienes lo acompañan en este tránsito, pero que quedan de este lado de la vida. La fe cristiana viene en ayuda de nuestra dificultad o de nuestra incapacidad, para encontrar en nosotros mismos respuestas satisfactorias. La fe nos permite afirmar nuestra esperanza, recurriendo a las palabras de Cristo: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25), pero también porque creemos que si «hemos muerto con él [Cristo], con él viviremos» (2 Tim 2,11). Así, en el corazón de la angustia legítima se descubre una
3 2 luz, casi imperceptible pero muy real, la de la mañana de Pascua. Esta es la luz que buscan los creyentes, incluso aquellos que, aunque alejados de la fe, piden ser sostenidos por la oración de la que ignoran las palabras, pero cuya fuerza de pacificación perciben. Para ayudarte a superar esta prueba, hemos preparado este breve Especial de esperanza. La oración es el corazón, porque solo ella fortalece la fe y la esperanza, y da cuerpo a la caridad más natural: permanecer hasta el final con aquel o aquella que se va. * * * En una primera parte, encontrarás oraciones simples para acompañar el final de la vida de familiares o amigos, a las que otros podrán unirse con la palabra o el silencio. Estas oraciones te ayudarán a encontrar las palabras que confortan y dan una respuesta satisfactoria al que está inquieto ante la muerte, se turba pensando en su vida, teme la separación que deja cosas inconclusas, perdones no dados, etc. La oración es un consuelo tanto para quien parte como para quien está a su lado. Es un acompañamiento en todos los instantes, los últimos momentos, el último aliento. La segunda parte te dará la posibilidad de rezar al lado del difunto en una oración personal o comunitaria, destacando los signos del bautismo. Todos los elementos propuestos podrán ser organizados de forma diferente en función de las personas, los lugares, las circunstancias. Cada familia tendrá en cuenta la fe del difunto y la de los participantes, pero la esperanza cristiana estará siempre en el corazón de la oración. Tras un breve recordatorio de la importancia central de las exequias en la oración por los difuntos, una tercera parte abordará la oración en el cementerio, en el crematorio, etc., y luego la que acompaña a la vuelta a la vida ordinaria recordando al difunto. Para completar este recorrido que fortalece la esperanza, hemos añadido indicaciones para llevar la comunión a los enfermos y los elementos del ritual del sacramento de la unción de los enfermos. A todo ello se añade una larga reflexión teológica sobre la muerte. En efecto, no se olvidará que, además de la oración que vivimos con la persona al final de la vida o junto a ella, conviene ponerse en contacto con un sacerdote para estudiar, según las circunstancias, el sacramento de la unción de enfermos y/o la comunión como viático. * * * Deseamos que este breve subsidio sea útil para sostener en vosotros la esperanza y hacerla visible a quienes os rodeen. Que os ayude a orar con María y en la comunión de los santos, ¡ahora y en la hora de la muerte!
4 5 Debilidad y potencia de Dios El sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba –a veces una prueba bastante dura– a la que es sometida la humanidad. Quienes participan en los sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad y de la impotencia humana; en efecto, él muere clavado en la cruz. Pero si al mismo tiempo en esta debilidad se cumple su elevación, confirmada con la fuerza de la resurrección, esto significa que las debilidades de todos los sufrimientos humanos pueden ser penetradas por la misma fuerza de Dios, que se ha manifestado en la cruz de Cristo. En esta concepción, sufrir significa hacerse particularmente receptivos, particularmente abiertos a la acción de la fuerza salvífica de Dios, ofrecida a la humanidad enCristo. En él, Dios ha demostrado querer actuar especialmente por medio del sufrimiento, que es la debilidad y la expoliación del hombre, y querer precisamente manifestar su fuerza en esta debilidad y en esta expoliación. Con esto se puede explicar también la recomendación de la primera carta de Pedro: «Mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre» (1 Pe 4,16). San Juan Pablo II Orar junto a las personas al final de la vida • Oraciones simples • Rosario • Oración inspirada en la Liturgia de las Horas • Oración de fe y esperanza • Rezar junto a un niño • Acompañar los últimos momentos
6 7 ◗ ◗ ◗ Cada uno actuará respetando el estado de debilidad de la persona, su capacidad de rezar en voz alta o simplemente de unirse con una respuesta y a veces con el silencio. En las páginas siguientes encontrarás oraciones sencillas que pueden acompañar de manera pacífica este momento en que la vida se debilita. Padre nuestro Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona por nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. La persona en los últimos días de vida a la que vamos a visitar y con quien, o ante quien, vamos a rezar es quizás nuestro padre, nuestro cónyuge, nuestro hijo, un viejo amigo, alguien al que hemos acompañado en la enfermedad durante largos meses, o incluso años, o, por el contrario, alguien situado de modo brusco ante una muerte inminente por una breve enfermedad o un accidente. Su estado físico y psicológico será, pues, muy diferente, al igual que sus expectativas en términos de acompañamiento mediante la oración. Abandono, confianza, miedo, rebelión pueden apoderarse alternativamente de la persona o de nosotros mismos. Cualesquiera que sean las circunstancias, rezar junto a una persona en sus últimos días de vida requiere una atención especial a sus necesidades, a sus capacidades, a sus expectativas humanas y espirituales, pero también al vínculo que nos une, al sufrimiento que nos produce su partida, a nuestros miedos de no estar a la altura de las circunstancias, a la conmoción vital que se perfila, etc. El lugar donde nos encontramos tendrá también su importancia. Sin duda, la oración no será la misma si tiene lugar en la calma del hogar o en medio de la actividad de los cuidadores de un hospital, de una residencia geriátrica o de un servicio de cuidados paliativos. El cariño y la atención mostrados hacia el otro y hacia uno mismo darán a la oración su densidad de amor y de esperanza. Oraciones sencillas A lo largo de este Especial de esperanza , en las oraciones encontrarás la indicación N. Hay que sustituir esta N. por el nombre de la persona enferma o difunta por la que rezamos.
8 9 Invocación Corazón inmaculado de María, refugio de los pecadores, madre del buen consejo, ven en nuestra ayuda. Acordaos Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a ti también acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante tu presencia. Madre de Dios, no deseches mis súplicas, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén. Oración de abandono Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, Avemaría Dios te salve, María, llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén. Bendita sea tu pureza Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada, María, yo te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Bajo tu amparo Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.
39 38 La realidad de la esperanza La esperanza cristiana es la espera de algo que ya se ha cumplido; está la puerta allí, y yo espero llegar a la puerta. ¿Qué tengo que hacer? ¡Caminar hacia la puerta! Estoy seguro de que llegaré a la puerta. Así es la esperanza cristiana: tener la certeza de que yo estoy en camino hacia algo que es, no que yo quiero que sea. Esta es la esperanza cristiana. La esperanza cristiana es la espera de algo que ya ha sido cumplido y que realmente se realizará para cada uno de nosotros. También nuestra resurrección y la de los seres queridos difuntos, por tanto, no es algo que podrá suceder o no, sino que es una realidad cierta, en cuanto está enraizada en el evento de la resurrección de Cristo. Esperar, por tanto, significa aprender a vivir en la espera. Cuando una mujer se da cuenta de que está embarazada, cada día aprende a vivir en la espera de ver la mirada de ese niño que vendrá. Así también nosotros tenemos que vivir y aprender de estas esperas humanas y vivir la espera de mirar al Señor, de encontrar al Señor. Esto no es fácil, pero se aprende. Papa Francisco • Oficio de difuntos • Velar en torno a la cruz • Velar en torno a la luz • Velar en torno al agua Rezar junto a un difunto
40 41 Afectados por la partida de un ser querido, somos llamados a estar unidos por la oración para mantener la esperanza. Frente a la muerte, seamos familia o amigos de la persona fallecida, tratamos de hacer todo lo posible para expresar el respeto y afecto debidos al difunto y a sus seres queridos. Es el momento de reunirse para estar junto a él, ya sea en casa, en el hospital o en cualquier otro lugar. Esta oración común es una acción caritativa que incumbe tanto a los laicos como a los sacerdotes. Nos permite llevar con Cristo el acontecimiento que nos conmueve y entrar, antes de los funerales, en un camino de esperanza. La oración por los difuntos se inscribe en la larga tradición de la Iglesia que, desde su origen, ha proclamado su esperanza y su fe en la resurrección, confiando a Dios a quienes acaban de dormirse en la muerte, con la certeza de que Jesús los llevará con él (1 Tes 4,13. 14). En las páginas siguientes, ofrecemos diferentes tipos de vigilias que se pueden llevar a cabo junto al difunto, en primer lugar, el oficio de difuntos. El lugar donde se celebre la vigilia influirá en la manera de vivirla. No se puede actuar de la misma manera en el tanatorio que en casa; también los gestos realizados, las canciones y la duración podrán variar. Sea en familia, con amigos o incluso en soledad –en este caso, cf. también las oraciones simples (pp. 7 a 13)–, es importante acompañar a aquel o aquella que entra en la novedad de la vida en Dios. Oficio de difuntos ◗ ◗ ◗ El oficio de difuntos puede celebrarse en cualquier momento del día, pero puede ser objeto de una vigilia en torno al difunto. Cualquiera que sea el momento, si la familia y amigos están reunidos, una persona asumirá la guía de la oración y distribuirá las distintas intervenciones (salmo, lectura, etc.). Si es posible, otra persona dará la entonación a las partes cantadas. Dios mío, ven en mi auxilio, R/ Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo… Himno Tú, Señor, que asumiste la existencia, la lucha y el dolor que el hombre vive, no dejes sin la luz de tu presencia la noche de la muerte que lo aflige. Te rebajaste, Cristo, hasta la muerte, y una muerte de cruz, por amor nuestro; así te exaltó el Padre, al acogerte, sobre todo poder de tierra y cielo. Para ascender después gloriosamente, bajaste sepultado a los abismos; fue el amor del Señor omnipotente más fuerte que la muerte y que su sino. Primicia de los muertos, tu victoria es la fe y la esperanza del creyente, el secreto final de nuestra historia, abierta a nueva vida para siempre. Cuando la noche llegue y sea el día de pasar de este mundo a nuestro Padre,
72 73 «Cristo ha resucitado de entre los muertos, el primero de todos» (1 Cor 15,20) «¡El hombre no está hecho para morir! Sin embargo, esto es lo que le ocurre… esta es la única cosa de la que todos estamos seguros, aunque no nos atrevemos a reconocérnoslo a nosotros mismos: vendrá un día en que moriremos. El hombre siempre ha tratado de comprender por qué vivir si es para morir. La respuesta religiosa no es una tranquilizadora fuga de la realidad. Enterrar a sus muertos, inclinarse ante el cadáver de un pariente, recordar ante una estela o lápida, es también esperar la posibilidad de un hoy mejor para nuestros difuntos1». Camino de oración Durante los días que han precedido a la muerte, hemos acompañado a un ser querido y, luego, una vez que se ha dormido en la muerte, hemos ocupado tiempo orando en la fe en él y con él. Más allá del sufrimiento legítimo y las lágrimas, las oraciones que hemos formulado junto al que nos ha abandonado son momentos de apoyo y recuperación en la angustia que nos domina ante la realidad de la muerte. De manera más o menos fuerte, y más o menos consciente, hemos visibilizado la esperanza de encontrarlo en el reino donde Dios nos ha preparado un lugar. La oración de las exequias Este camino en la oración encuentra su expresión más fuerte en la celebración del funeral, que es la etapa más importante. 1 Cardenal André Vingt-Trois, A los responsables de la Pastoral funeraria . Las exequias
74 75 Es el momento en el que la comunidad cristiana –a través de la familia y amigos– se reúne para rodear a uno de sus miembros que acaba de cruzar la última etapa de su vida terrena. La oración de la Iglesia en este momento particular de la vida se apoya en la experiencia humana de la muerte y los sentimientos que hace nacer. En lo hondo de esta conmoción, la oración abre un nuevo horizonte que vivifica la esperanza en la vida eterna, y expresa una verdadera compasión. Al interceder por el difunto, los creyentes no olvidan la pena de los que se quedan, ni el camino a menudo doloroso y oscuro que van a tener que realizar, pero encuentran en los ritos de los funerales motivos de esperanza y de paz. Aunque no tengamos todos el mismo grado de fe o de práctica religiosa, podemos encontrar en los ritos funerales el consuelo de que son portadores. Recurrir a la comunidad cristiana Aunque nos sintamos aislados, desamparados, no estamos solos. Por una parte, porque la fe nos asegura que Cristo está allí presente junto a nosotros, él que cruzó la muerte para hacernos entrar en la vida, pero también porque la comunidad cristiana nos rodea a través de los que nos acompañan en estos días de prueba. Hoy, la muerte se produce en lugares variados –residencia, hospital, centro de cuidados paliativos, etc.– que están cada vez más alejados de la iglesia donde se celebrarán los funerales, residiendo las familias mismas en otro lugar. Sea cual fuere la disparidad de situaciones, es importante contactar con rapidez con la parroquia donde se celebrarán los funerales, para tener tiempo de un diálogo tranquilo necesario para una correcta preparación. Cada vez más a menudo, el contacto se hará a través de un «equipo de funerales» que garantizará la celebración; en efecto, la posibilidad de tener un sacerdote y, por lo tanto, la celebración eucarística se hace cada vez menos frecuente, sobre todo en el mundo rural. Celebrar la esperanza El funeral incluye siempre una liturgia de la Palabra. Los textos seleccionados en contacto con el sacerdote o el equipo de funerales tendrán en cuenta a la persona fallecida, pero también a las que se encuentran en el duelo. Además de los ritos de la luz y de la aspersión que recuerdan que el difunto fue bautizado, el rito del último adiós es un elemento esencial de los funerales. Expresa el respeto que la Iglesia tiene al cuerpo de todo hombre, incensándolo tras la aspersión. Como su nombre indica, es el momento culminante de la expresión del «a-Dios», manifestando la esperanza en el corazón de la separación. «Esta es la buena noticia recibida y compartida por los cristianos: por amor a la humanidad, Dios quiso enviar a su Hijo Jesús a compartir nuestra condición mortal para que aquellos que creen en él vivan para siempre. Llegado el momento, cada uno de nosotros está llamado a contemplar a Dios cara a cara». (Cardenal Vingt-Trois)
79 Ritos y oraciones después de las exequias • Oración para la inhumación en el cementerio • Oración en el crematorio • Orar durante el entierro de la urna o su colocación en el columbario El entierro en el cementerio es el último momento de acompañamiento del difunto, después de la vigilia y el tiempo en la iglesia. El enterramiento marca de manera definitiva la separación entre los muertos y los vivos. Al mismo tiempo, el lugar de la sepultura se convierte en lugar de memoria donde familia y amigos vendrán a recogerse y orar en la esperanza de reencontrarse, algún día, en la vida eterna. Este último tiempo de despedida es ocasión para crear una nueva relación con el difunto. Ahora ya no es accesible a nuestra mirada, pero está presente en la comunión de los santos. Es necesario, de ahora en adelante, vivir la ausencia en el corazón de la vida cotidiana, lo que supone crecer en fe y esperanza. Si se ha elegido la cremación, la urna funeraria se situará o en el columbario o en el suelo. Aunque no se trate del enterramiento del cadáver, se podrán elegir tanto las oraciones para el enterramiento, adaptándolas, como las referidas a la colocación de la urna (p. 89). Si hay representantes de la sociedad civil en el cementerio y desean tomar la palabra, se les dejará que se expresen en primer lugar, antes de comenzar las oraciones. 78
80 81 Oración durante el enterramiento en el cementerio Invitación a la oración Quien preside la oración podrá invitar a las personas a reunirse con estas palabras u otras similares. En ese lugar donde tantos hombres y mujeres vienen a reunirse sobre la tumba de un ser querido, tengamos un tiempo de silencio para orar, para recordar. Cántico de Simeón Si es apropiado, se podrá decir este cántico. Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu salvador a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo… Antes de bajar el ataúd, se podrá recitar el Padre nuestro. Oración por el difunto ◆ En todas las circunstancias Señor, tú acoges toda oración verdadera y escuchas las llamadas de nuestro corazón. Con todo nuestro afecto, hemos acompañado hasta aquí a N. Que encuentre junto a ti la paz y la alegría con que tú le llamas a entrar en tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. O bien: Señor Jesús, antes de resucitar, reposaste tres días en la tierra. En el momento de enterrar a nuestro hermano/hermana te pedimos a ti, la Resurrección y la Vida: concede a N. que repose en la paz de tu reino para que contemple tu gloria por los siglos de los siglos. Amén. Señor Jesucristo, que al descansar tres días en el sepulcro santificaste la tumba de los que creen en ti, de tal forma que la sepultura no solo sirviera para enterrar el cuerpo, sino también para acrecentar nuestra esperanza en la resurrección, [dígnate bendecir esta tumba y] concede a nuestro hermano/nuestra hermana N. descansar aquí de sus fatigas, durmiendo en la paz de este sepulcro, hasta el día en que tú, que eres la Resurrección y la Vida, lo/la resucites y lo/la ilumines con la contemplación de tu rostro glorioso. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. ◆ Por un difunto joven Señor, contempla nuestra incomprensión ante la muerte de N. Su vida comenzaba apenas a florecer y aquí está, segada. Tú que nos has dado la alegría de verle/verla asumir su lugar en este mundo, acógele/acógela en tu casa como un Padre. Concédele/concédela que participe felizmente en la eterna juventud de tu Hijo amado. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. ◆ Por un niño pequeño Dios de ternura y amor, tú no te complaces en la muerte de tus hijos. Tú que lloraste a tu amigo Lázaro, mira la tristeza que nos embarga en este día. Haz que creamos, a pesar de
99 Anexos • Llevar la comunión y el viático a los enfermos • Sacramento de la unción de los enfermos • La muerte: una perspectiva teologal Este subsidio, pensado para sostener la esperanza de hombres y mujeres en la prueba representada por la enfermedad y la muerte de un ser cercano, no cumpliría completamente su servicio sin esta última parte. Por una parte, porque algunos nos lo han solicitado y, por otra, porque la oración de la Iglesia, aunque sea reducida a un solo miembro, siempre es la de todo el Cuerpo. «Quien celebra solo en el desierto es una asamblea numerosa. Si dos se unen para celebrar entre las rocas, miles y miles están allí presentes. Si hay tres que se reúnen, un cuarto está entre ellos. Están reunidos, el Espíritu reposa sobre ellos. Y cuando terminan su oración, el Señor se levanta y sirve a sus servidores», decía san Efrén. Porque Cristo se alza en medio de la comunidad, Cuerpo de Cristo en oración, nos ha parecido importante dar un lugar a los sacramentos de la Eucaristía y de la unción de los enfermos. Cristo mismo se une a los que quiere consolar: por la Eucaristía, «pan del hombre en camino»2, y por la unción bienhechora que calma y vivifica. La esperanza es el núcleo de estos dos sacramentos. Ambos favorecen la acción de Cristo en favor de las personas enfermas o al final de la vida. No dudemos en proponer estas dos fuentes de gracia a quienes las necesitan. 2 Secuencia de la fiesta del Corpus Christi. 98
116 117 La muerte: una perspectiva teologal Pablo Cervera Barranco Recientement ha muerto el destacado pensador británico Sir Roger Scrouton. El filósofo había pasado por duras épocas de descalificación e infamias, pero con el paso del tiempo fue restaurado en su fama social y no se dejó llevar por el resentimiento. A la humillación pública siguió un cáncer fulminante. Acercándose al final de sus días, pronunció unas palabras dignas de ser meditadas: «Al acercarte a la muerte, empiezas a saber cuál es el significado de la vida. Y lo que significa es gratitud»1. Efectivamente, sus palabras merecen una doble consideración: curiosamente, la muerte tiene que ver con el sentido de la vida. No es paradójico. Desde el final y ante el final se afronta en su crudeza y sin dilación el sentido último de la vida. Nadie quiere morir, y detrás queda un rastro de existencia que pide un «de dónde» y un «hacia dónde», un porqué, o mejor, un para qué o para quién. Son preguntas antropológicas estas con horizonte de transcendencia, sin duda, a menos que uno sea un cínico. Con razón decía el gran catedrático de Münster: «La interpretación de la muerte es algo que depende de la concepción que se tenga sobre el hombre y sobre su existencia corporal»2. Incluso las respuestas existencialistas de la filosofía de mitad del siglo pasado –aunque abundaron en sus soflamas: «El hombre es un ser para la muerte» (Heidegger), «el hombre es una pasión inútil» (Sartre), el hombre es un fracaso…– no fueron consecuentes con sus planeamientos, como ellos mismos reconocieron, pues su final lógico debería haber 1 https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-roger-scruton-amor- y-pedagogia-frente-resentimiento-202001190039_noticia.html. 2 J. Pieper, Muerte e inmortalidad (Herder, Barcelona 1970) 51. sido el suicidio, como afirmó con razón Albert Camus en El mito de Sísifo. 1. Gratitud y drama del que se va Que la gratitud sea el significado del sentido de la vida ante la muerte es el segundo aspecto en el que nos invita a reflexionar Scrouton. Uno es agradecido ante el don recibido. El agradecimiento no suele ser una estructura humana de nuestro tiempo puesto que vivimos en la época de los derechos: todo se nos debe, pagamos nuestros impuestos, hemos mercantilizado la existencia, derechos humanos, laborales… Por todas partes. Y no solo se trata de que se haya perdido la urbanidad o la buena educación. La cuestión es más estructural. El agradecimiento nos sitúa ante el don no debido, ante el regalo que no esconde un interés oculto. La mirada retrospectiva de la existencia nos hace ver muchos dones: ante todo, curiosamente, somos fruto del don, de la donación interpersonal amorosa de nuestros padres. Recibirse como don no es experiencia fácil, no es algo que se deba dar humanamente por descontado. Cuando san Ignacio de Loyola, al comienzo de sus Ejercicios Espirituales , sitúa al ejercitante en el «principio y fundamento», pretende precisamente eso. No se trata de una meditación ni de una contemplación. El «principio y fundamento» es una consideración que arroja el inicio y basamento sobre el que se construye cualquier relación con Dios como fuente del ser. «El hombre ES creado», es decir, es sostenido de modo permanente por quien tiene ese poder. Pantocrátor, precisamente, quiere decir en griego el que todo ( pantós ) lo sostiene ( kratein). Sin su aliento vital y «creación permanente» el hombre sería un soplo sin ser3. El ejercicio ignaciano consiste en tomar la conciencia y actitud de que todo en él ES recibido. 3 Para un ulterior desarrollo cf. P. Cervera, Operación a Corazón abierto. El corazón del hombre ante el Corazón de Cristo. Ocho días de Ejercicios Espirituales Ignacianos (BAC, Madrid 32018) 3-32.
130 131 1a parte – Orar junto a las personas al final de la vida Presentación ����������������������������������������������������������������������� 1 Debilidad y potencia de Dios , san Juan Pablo II �������� 4 1 – Oraciones sencillas Padre nuestro �������������������������������������������������������������������� 7 Avemaría ����������������������������������������������������������������������������� 8 Bendita sea tu pureza ������������������������������������������������������ 8 Bajo tu amparo ����������������������������������������������������������������� 8 Invocación �������������������������������������������������������������������������� 9 Acordaos ����������������������������������������������������������������������������� 9 Oración de abandono ����������������������������������������������������� 9 Solo el día de hoy ���������������������������������������������������������� 10 Salmo 22 ������������������������������������������������������������������������� 11 Salmo 30 ������������������������������������������������������������������������� 11 Salmo 4 ���������������������������������������������������������������������������� 12 El rosario – misterios dolorosos ���������������������������������� 14 Oración inspirada en la Liturgia de las Horas ���������� 17 Visítame, Señor , Michel Hubaut ���������������������������������������� 23 2 – Oraciones de fe y de esperanza Símbolo de los apóstoles ��������������������������������������������� 24 Bienaventuranzas ����������������������������������������������������������� 25 Cántico de Ezequías ������������������������������������������������������ 25 Intercesiones ������������������������������������������������������������������� 27 La fuerza de la fe ������������������������������������������������������������ 28 3 – Rezar junto a un niño Salmo 130 ����������������������������������������������������������������������� 29 Salmo 8 ���������������������������������������������������������������������������� 29 Palabra de Dios �������������������������������������������������������������� 30 Acto de confianza en María ���������������������������������������� 31 Canto : Dios es mi Padre ���������������������������������������������� 29 Recibir la vida, Benoît Clermont ���������������������������������������� 33 4 – Acompañar los últimos instantes Afirmaciones de la fe ���������������������������������������������������� 34 Recomendación de los moribundos �������������������������� 34 Sumario Intercesiones ������������������������������������������������������������������� 36 Alma redemptoris Mater ���������������������������������������������� 34 La realidad de la esperanza , papa Francisco �������������������� 38 2a parte – Rezar junto a un difunto 1 – Oficio de difuntos Himno ������������������������������������������������������������������������������ 41 Salmo 120 ����������������������������������������������������������������������� 42 Salmo 129 ����������������������������������������������������������������������� 42 Salmo 145 ������������������������������������������������������������������������ 43 Cántico de Ezequías ������������������������������������������������������ 44 Cántico de Filipenses ���������������������������������������������������� 44 Palabra de Dios �������������������������������������������������������������� 44 Cántico de Zacarías ������������������������������������������������������� 45 Cántico de María ����������������������������������������������������������� 46 Preces ������������������������������������������������������������������������������� 47 Oración ���������������������������������������������������������������������������� 48 2 – Vigilias exequiales a. Vigilia en torno a la cruz ���������������������������������� 50 b. Vigilia en torno a la luz ������������������������������������ 56 c. Vigilia en torno al agua ������������������������������������ 59 d. El rosario – misterios gloriosos ����������������������� 64 Un gran amor me espera, anónimo ��������������������������������� 66 3 – Orar mientras se cierra el ataúd Oración, Palabra de Dios ��������������������������������������������� 68 Salmo 62 ������������������������������������������������������������������������� 69 Invocaciones ������������������������������������������������������������������� 69 Oración ���������������������������������������������������������������������������� 70 Hacia la vida eterna , Jean-Miguel Garrigues ����������������� 71 3a parte – Las exequias Presentación ������������������������������������������������������������������� 72 Sí, sé que vienes , Didier Rimaud ��������������������������������������� 76 4a parte – Ritos y oraciones después de las exequias 1 – Oración durante el enterramiento en el cementerio ���������������������������������������������������������� 80
132 Director editorial: Pierre-Marie Dumont Redactor Jefe: Pablo Cervera Barranco Maquetador: Georges Boudier Iconografía: Isabelle Mascaras Revisor: Ángela Pérez García, Ignacio Muñoz Bielsa Folleto realizado por Bernadette Mélois y Bénédicte Ducatel con la colaboración de Sor Sylvie André (SNPLS) y Catherine de Préville (corresponsable del Servicio de Capellanía de los Hospitales de París). Traducción y adaptación española realizada por Pablo Cervera Barranco. Magnificat es publicado por Magnificat Inc. con la licencia de la Conferencia Episcopal Española. Depósito legal en el momento de la publicación. N° ISBN: 978-84-18607-18-9. Impresión : Graphycems, España. © Conferencia Episcopal Española, 2015, para los textos litúrgicos. © Magnificat Inc., 2022, para toda la obra. Todos los derechos reservados para todos los países. Portada: Estudio del cielo (detalle), Joseph Mallord William Turner (1775-1851), colección privada. © Agnew’s, London/Bridgeman Images. www.magnificat.es 2 – Oración en el crematorio ����������������������������������������� 86 3 – Oración para la inhumación de la urna o su colocación en el columbario �������������������������� 88 Caminar al paso de la vida , Madeleine Delbrêl ������������ 91 4 – Oración cuando es necesario ordenar los asuntos del difunto ��������������������������������������������� 92 Dios está ahí , Agnès Till ����������������������������������������������������� 94 5 – Hacer memoria en el tiempo Misa ��������������������������������������������������������������������������������� 95 Visita al cementerio ������������������������������������������������������ 96 Oración ��������������������������������������������������������������������������� 97 En presencia de la urna ����������������������������������������������� 97 5a parte – Anexos 1 – Llevar la comunión y el viático a los enfermos ���������������������������������������������������� 100 Eucaristía, fuente de vida , patriarca Atenágoras ��������� 105 2 – El sacramento de la unción de los enfermos ������������������������������������������ 106 Avanzar en el camino, Alberte Delisle ��������������������������� 115 La muerte: una perspectiva teologal , Pablo Cervera Barranco ���������������������������������������������������� 116 Queridos amigos: Para poder echar raíces y crecer, la vida de oración necesita ser sostenida y renovada sin cesar. Los apóstoles mismos dirigieron esta petición al Señor: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1). En este tiempo de duelo, quizás sintáis la necesidad de ser acompañados en el camino de vuestra vida espiritual. Con Magnificat, podréis descubrir la oración de los salmos, que ya era la oración de Cristo, de María y de los apóstoles, así como las meditaciones y las vidas de santos que desde siempre enriquecen el tesoro espiritual de la tradición de la Iglesia. Sacad fuerzas de la fuente de la Eucaristía a través de los textos de la Misa diaria. ¡Uníos a la gran familia Magnificat! Con todo mi afecto, Pablo Cervera Barranco Magnificat
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