Orar en la enfermedad y en la muerte

72 73 «Cristo ha resucitado de entre los muertos, el primero de todos» (1 Cor 15,20) «¡El hombre no está hecho para morir! Sin embargo, esto es lo que le ocurre… esta es la única cosa de la que todos estamos seguros, aunque no nos atrevemos a reconocérnoslo a nosotros mismos: vendrá un día en que moriremos. El hombre siempre ha tratado de comprender por qué vivir si es para morir. La respuesta religiosa no es una tranquilizadora fuga de la realidad. Enterrar a sus muertos, inclinarse ante el cadáver de un pariente, recordar ante una estela o lápida, es también esperar la posibilidad de un hoy mejor para nuestros difuntos1». Camino de oración Durante los días que han precedido a la muerte, hemos acompañado a un ser querido y, luego, una vez que se ha dormido en la muerte, hemos ocupado tiempo orando en la fe en él y con él. Más allá del sufrimiento legítimo y las lágrimas, las oraciones que hemos formulado junto al que nos ha abandonado son momentos de apoyo y recuperación en la angustia que nos domina ante la realidad de la muerte. De manera más o menos fuerte, y más o menos consciente, hemos visibilizado la esperanza de encontrarlo en el reino donde Dios nos ha preparado un lugar. La oración de las exequias Este camino en la oración encuentra su expresión más fuerte en la celebración del funeral, que es la etapa más importante. 1 Cardenal André Vingt-Trois, A los responsables de la Pastoral funeraria . Las exequias

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