Orar en la enfermedad y en la muerte

74 75 Es el momento en el que la comunidad cristiana –a través de la familia y amigos– se reúne para rodear a uno de sus miembros que acaba de cruzar la última etapa de su vida terrena. La oración de la Iglesia en este momento particular de la vida se apoya en la experiencia humana de la muerte y los sentimientos que hace nacer. En lo hondo de esta conmoción, la oración abre un nuevo horizonte que vivifica la esperanza en la vida eterna, y expresa una verdadera compasión. Al interceder por el difunto, los creyentes no olvidan la pena de los que se quedan, ni el camino a menudo doloroso y oscuro que van a tener que realizar, pero encuentran en los ritos de los funerales motivos de esperanza y de paz. Aunque no tengamos todos el mismo grado de fe o de práctica religiosa, podemos encontrar en los ritos funerales el consuelo de que son portadores. Recurrir a la comunidad cristiana Aunque nos sintamos aislados, desamparados, no estamos solos. Por una parte, porque la fe nos asegura que Cristo está allí presente junto a nosotros, él que cruzó la muerte para hacernos entrar en la vida, pero también porque la comunidad cristiana nos rodea a través de los que nos acompañan en estos días de prueba. Hoy, la muerte se produce en lugares variados –residencia, hospital, centro de cuidados paliativos, etc.– que están cada vez más alejados de la iglesia donde se celebrarán los funerales, residiendo las familias mismas en otro lugar. Sea cual fuere la disparidad de situaciones, es importante contactar con rapidez con la parroquia donde se celebrarán los funerales, para tener tiempo de un diálogo tranquilo necesario para una correcta preparación. Cada vez más a menudo, el contacto se hará a través de un «equipo de funerales» que garantizará la celebración; en efecto, la posibilidad de tener un sacerdote y, por lo tanto, la celebración eucarística se hace cada vez menos frecuente, sobre todo en el mundo rural. Celebrar la esperanza El funeral incluye siempre una liturgia de la Palabra. Los textos seleccionados en contacto con el sacerdote o el equipo de funerales tendrán en cuenta a la persona fallecida, pero también a las que se encuentran en el duelo. Además de los ritos de la luz y de la aspersión que recuerdan que el difunto fue bautizado, el rito del último adiós es un elemento esencial de los funerales. Expresa el respeto que la Iglesia tiene al cuerpo de todo hombre, incensándolo tras la aspersión. Como su nombre indica, es el momento culminante de la expresión del «a-Dios», manifestando la esperanza en el corazón de la separación. «Esta es la buena noticia recibida y compartida por los cristianos: por amor a la humanidad, Dios quiso enviar a su Hijo Jesús a compartir nuestra condición mortal para que aquellos que creen en él vivan para siempre. Llegado el momento, cada uno de nosotros está llamado a contemplar a Dios cara a cara». (Cardenal Vingt-Trois)

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