Los Santos Maestros de la Oracion

I. EN LA ESCUELA DE LA REVELACIÓN 22 hechos mostrarán más adelante cómo tales preocupaciones estaban justificadas; las consecuencias extremas de la incomprensión constatada fueron la interrupción violenta del ministerio de Jesús, el arresto, el juicio, la condena y la muerte de Jesús en el Calvario. Y, sin embargo, Jesús se regocija en el Espíritu Santo y expresa su gratitud al Padre. El Padre lo ha decidido así y está bien. En esta situación humanamente decepcionante y preocupante Jesús reconoce con júbilo la acción del Padre, la sabiduría del Padre, el amor del Padre, a quien le da su plena adhesión filial: «Sí, Padre, pues así te ha parecido mejor» (Mt 11, 26). Esta adhesión implica una profunda humildad. De hecho, el Padre va a trazar para Jesús el camino de la humillación. Jesús lo acepta con todo el corazón, porque reconoce en él el amor del Padre: en esta circunstancia, en particular, el amor del Padre hacia los pequeños. Jesús reconoce que, para él, el camino de la humillación será al mismo tiempo el camino del más grande amor, del amor más puro y, por tanto, el camino de la única gloria auténtica. Esta visión le hace exultar en el Espíritu Santo. Jesús manifiesta su gratitud filial. ¡Es una gran lección para nosotros! También nosotros debemos aprender a reconocer los aspectos positivos del plan de Dios, incluso en las circunstancias humanamente decepcionantes, de contrastes y de preocupación. Tenemos que llegar a esta visión espiritual cristiana, que nos hará regocijarnos de admiración y de gratitud ante la sabiduría de Dios y ante su amor paternal. 3.3. La multiplicación de los panes En el segundo episodio, el de la multiplicación de los panes, la oración de acción de gracias, o de bendición, se presenta a primera vista como un hecho ordinario de la vida cotidiana. Antes de comer, los israelitas tenían la costumbre de bendecir a Dios por el alimento. Muchos, probablemente, pronunciaban la fórmula ordinaria de manera un tanto distraída e mecánica. La actitud asumida por Jesús —los ojos alzados al cielo—, muestra que para él no se trataba de una fórmula recitada distraídamente, sino de una verdadera oración, de un contacto auténtico con Dios Esta actitud recuerda la frase del salmo: «A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo» (Sal 123, 1). Sin embargo, el punto más importante no es este. Tratemos de considerar las circunstancias de esta acción de gracias. No son circunstancias de abundancia, sino por el contrario, la carencia, de necesidad. Por lo general la acción de gracias tiene lugar en un contexto de abundancia, cuando no falta nada, cuando todo está listo para una fiesta. Aquí, por el contrario, falta todo o, mejor, existe una desproporción alarmante entre los escasos recursos disponibles y enormes necesidades. Para alimentar a una multitud de varios miles de personas que se encuentran en un lugar desértico, lejos de los centros de población, Jesús sólo tiene cinco panes u obleas. «¿Qué es esto para tanta gente?», advierte un discípulo realista (Jn 6, 9). Aparentemente no es precisamente el caso de alegrarse: este sería más bien el momento de lamentarse, de apenarse, de desalentarse

RkJQdWJsaXNoZXIy NzMzNzY=