Los Santos Maestros de la Oracion

I. EN LA ESCUELA DE LA REVELACIÓN 20 sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños...”» (Lc 10, 21). Las versiones son inciertas sobre el modo de traducir el verbo griego. La Biblia de Jerusalén traduce: «Yo te bendigo...»; la versión litúrgica (italiana): «Yo te alabo...». Más fiel, la Vulgata tiene el verbo confiteor, que corresponde al griego exomologoumai y el hebreo hodeti. La idea expresada por este verbo es la de «reconocer». Este verbo puede aplicarse tanto a la confesión de los pecados (cf. Prov 28, 13; Sal 32, 5) como al reconocimiento de la bondad de Dios. Se encuentra a menudo en los salmos de acción de gracias, por ejemplo, Sal 107 (106), en el que se repite como un estribillo (vv. 1.8.15.21.31) y se traduce como «dar gracias»: «¡Dad gracias al Señor por su misericordia, por sus maravillas en favor de los hombres». También se puede citar el Sal 136, 1.2.3.26, y el Sal 137, 1.2.4, que presentan expresiones similares. La efusión del espíritu de Jesús es, pues, una efusión de reconocimiento. Esto corresponde a todos los demás datos sobre la oración de Jesús, ahora tenemos que profundizar. 3. La relación filial de Jesús con el Padre Observamos, en primer lugar, que esta insistencia en la acción de gracias no es del todo sorprendente. Si reflexionamos un poco, podemos entender fácilmente que la principal característica de la oración filial, no podría ser de otra manera. ¿Qué es para Jesús el ser Hijo, si no vivir una acogida continua de los dones del Padre y un agradecimiento continuo por esta relación vital? El amor filial es necesariamente un amor agradecido. El Hijo no puede pretender ser él mismo la fuente de su ser, de su vida, de su amor: la fuente y el Padre. Si el Hijo quiere ser coherente con su propio ser, si quiere vivir plenamente en el amor, debe reconocer que recibe y abrirse, en gratitud, al inmenso flujo de amor que proviene del Padre. El cuarto Evangelio, más atento a revelarnos la vida filial de Jesús, insiste mucho en los dones del Padre al Hijo y en la conciencia que Jesús tenía de ello. Jesús es presentado como quien recibe todo del Padre y que vive en una constante actitud de agradecimiento, de gratitud filial. ¡Qué gratitud aparece implícitamente en las palabras de Jesús, que dice: «El Padre ama al Hijo y ha puesto en su mano todas las cosas» (Jn 3, 35)! Jesús está lleno de admiración por la generosidad del Padre respecto de él, por la confianza del Padre: «El Padre, en efecto, ama al Hijo, y le manifiesta todo lo que hace» (Jn 5, 20): «Igual que el Padre tiene la vida en sí mismo, así le ha concedido al Hijo tener la vida en sí mismo» (Jn 5, 26). Jesús tiene conciencia de recibir todo del Padre: no sólo la vida, sino las palabras que dice, las acciones que hace, los milagros que realiza y también los discípulos que le siguen. Jesús dice de su enseñanza: «Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me ha enviado» (Jn 7, 16); «Como el Padre me ha enseñado, así hablo yo» (Jn 8, 28); «Po tanto, las cosas que yo digo, las digo como el Padre me las ha dicho a mí» (Jn 12, 50). Jesús

RkJQdWJsaXNoZXIy NzMzNzY=