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Comentarios de Arte
Llenando nuestras vidas de maravillas
por Pierre-Marie Dumont
Pelícano, principios del siglo XIX
por Monasterio de las Cuevas, Kiev
Carta a los lectores
por Pablo Cervera Barranco
Querida familia Magnificat:
Los amigos nos suelen querer mucho. Hay algunos que escriben mejor que uno mismo. Así que cedo este mes mi puesto a un gran amigo que se ha «currado» bien el texto. Salvo su anonimato, remitiendo todas las alabanzas a Dios, de quien viene todo don. Gracias, R. B.
«Estimado Pablo:
Te escribo para agradecerte –una vez más– tu ímproba labor editorial y, en concreto, todo tu trabajo en Magnificat. Especialmente quiero agradecerte el artículo con el que abres el número de diciembre, titulado 20 años de existencia… ¡Gracias! Yo quiero unirme a tu acción de gracias sirviéndome de las páginas de la Biblia. Así como Magnificat nos ofrece siempre el pan de la Palabra, he querido yo buscar en las Escrituras algunas referencias a los 20 años, para contemplar Magnificat desde la Palabra y, así, a su luz ver nuestra luz (cf. Sal 36,9).
Veinte son los años que Jacob pasó en casa de su pariente Labán, siendo años de prosperidad para sus rebaños como nunca lo fueron antes (cf. Gén 31,38. 41).
Así Magnificat ha sido prosperidad para el rebaño del Señor durante estos 20 años de existencia. ¡Gracias, Magnificat!
Veinte fue el número de las tablas para la Morada (el Tabernáculo) que mandó Dios construir en el desierto (cf. Éx 36,23), y veinte sus columnas y sus basas (27,10).
Así las páginas del Magnificat han sido y son como columnas y basas del creyente para cada jornada. ¡Gracias, Magnificat!
Durante veinte años, los hijos de Israel clamaron con oración al Señor para que los librara de Sísara y su ejército (cf. Jc 4,3).
Magnificat, en estos veinte años, nos ha ayudado a clamar al Señor y levantar el corazón en oración. ¡Gracias, Magnificat!
También veinte son los años en los que Sansón hizo justicia a Israel en tiempo de los filisteos (cf. Jc 15,20).
El contenido del Magnificat nos ha ayudado en estos 20 años a ajustarnos al querer de Dios, que eso es hacer justicia según el pensamiento bíblico. ¡Gracias, Magnificat!
El Arca de Dios se asentó en Quiriat Yearín durante veinte años (cf. 1 Sam 7,2).
El Magnificat es como el arca de Dios, asentada ya en nuestra Iglesia –tras 20 años de existencia– que contiene el tesoro de la Palabra, la Tradición y la Liturgia. ¡Gracias, Magnificat!
El rey Salomón empleó veinte años en la construcción del templo del Señor, la Casa de Dios, y su palacio, la casa del rey (cf. 2 Crón 8,1).
Sin duda, la publicación de Magnificat ha contribuido –durante estos veinte años– a construir en sus receptores el templo del Señor, la casa de la Iglesia, que es la comunidad de los creyentes. ¡Gracias, Magnificat!
Con los veinte años se consideraba alcanzada la mayoría de edad en Israel para salir a combatir en defensa del propio pueblo y de la fe (cf. Núm 1,3-18), y es a partir de los veinte años cuando se hace la ofrenda al Señor como signo de pertenencia completa a él (cf. Éx 30,14).
Magnificat nos ha ayudado en sus veinte años de existencia a combatir el relativismo, el nihilismo, el neopaganismo circundante, y nos ha enseñado a ofrecernos al Señor diariamente. ¡Gracias, Magnificat!
El primer milagro de multiplicación de los panes –en el Antiguo Testamento– que precede al realizado por el Señor Jesús en el evangelio, lo hizo el profeta Eliseo, precisamente con veinte panes de cebada (cf. 2 Re 4,42).
Realmente Magnificat ha logrado durante estos veinte años multiplicar el pan de la Palabra en cada una de sus ediciones mensuales… un milagro para alimentar al pueblo, hambriento de las cosas de Dios. ¡Gracias, Magnificat!
Tras el destierro de Babilonia, los hijos de Israel reconstruyeron la casa de Dios en Jerusalén con los levitas de veinte años para arriba como directores de la obra (cf. Esd 3,8).
Cada vez que, en estos 20 años, hemos podido experimentar el destierro al habernos alejado de Dios por los pecados, Magnificat ha sido y es un verdadero servicio de reconstrucción en nosotros, los creyentes. ¡Gracias, Magnificat!
Para mí ha sido todo un honor colaborar con la gran familia Magnificat al servicio de la eclesialidad y la evangelización, desde la dimensión misionera de la propia vocación cristiana y católica. Por mi parte, sigo difundiendo Magnificat entre los laicos, los sacerdotes y la vida consagrada, especialmente entre la vida contemplativa, a la que tan vinculado estoy por el ministerio de los Ejercicios Espirituales. Hermano y maestro: ¡gracias por todo y por tanto!»
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En Jesús y María,
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